1) Toma conciencia de lo que ocurre en tu corazón; empieza a prestar atención a tus pensamientos, sentimientos, deseos y recuerdos en todo momento. Cuando empieces a practicar esto, podrás hacerlo a lo largo del día y de la noche.
2) Adquiere el hábito de confiar a Dios lo que hay en tu corazón de forma honesta y constante. Esa es la clave: honesta y consistentemente. Di: "Te entrego Señor. . (cualquiera que sea tu tentación)". Y hazlo una y otra vez.
3) Fortalece tu habilidad para entender qué cosas en tu corazón vienen de Dios y cuáles no. Esto es muy importante. Muchas cosas vienen a nuestra mente y a nuestro corazón a lo largo del día. ¿Cuáles son verdaderamente de Dios? Pregúntale a Él. ¿Cuáles son del Enemigo? Lo sabrás. ¿Cuáles te traen paz? ¿Cuáles te traen disgustos constantes? Las que te dejan en paz son de Dios. Las que te dejan en constante disgusto son del Enemigo.
4) Aprende a recibir generosamente lo que viene de Dios y a rechazar
enérgicamente lo que no viene de Dios. Recibir generosamente significa estar agradecido durante todo el día por lo que Dios está haciendo. Ala arle. Adórale. Agradécele. Ríe. Sonríe. Disfruta de todas las bendiciones de las que seas consciente. Rechazar enérgicamente significa desechar, renunciar, alejarse de, cualquier cosa que te esté tentando a pecar.
5) Crece en la seguridad de que el amor de Dios es incondicional y poderoso
para superar cualquier dificultad u obstáculo. La seguridad es fe. Crece en ella.
Incondicional significa que, pase lo que pase, Dios te ama. Su poder puede y va a superar cualquier cosa. Podemos crecer en la fe y en la seguridad del amor incondicional y del poder de Dios mediante la oración diaria, la meditación bíblica, la confesión regular de nuestros pecados y la Sagrada Comunión en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor. Acompáñenos los viernes de Cuaresma en el Vía Crucis; ¡otra gran manera de ser testigos del amor incondicional de Dios y de su poder para vencer cualquier cosa!
Padre Mark Zacker
Párroco