
Imagínese un pez que ha pasado toda su vida bajo el mar y que un pescador lo engancha y lo saca del agua. Por un momento vislumbra este mundo de luz y color que nunca había imaginado posible. Luego, se zafa del anzuelo y vuelve a caer al agua.
"He visto ese mundo ahí arriba,” grita. "Ni siquiera sabía que existía. Y comparado con eso, este mundo ordinario me parece nada".
Podemos vernos envueltos en el trabajo, los problemas familiares, nuestras esperanzas y nuestros sueños. Gracias, Señor, por recordarnos que hay algo más ahí fuera.
El Evangelio de hoy es una historia conmovedora que muestra el amor genuino de Jesús por nosotros. Nos muestra lo humano que era Jesús, lo mucho que amaba a sus amigos y su sincero deseo de que les fuera bien. Lloró con los que lloraban.
Nuestra fe es que Jesús se preocupa por nosotros de la misma manera. Nos ama y desea nuestro bien. Desea para nosotros la vida que podemos tener si tan sólo aceptamos su invitación a "¡sal afuera!" Sal afuera de la tumba en la que estés hoy.
Hay tumbas a lo largo de esta vida --- tumbas de preocupación por nuestros hijos, lamentando la pérdida de un ser querido, un trabajo, un hogar, o nuestra salud. Hay tumbas de adicción, hábitos de pecado, impotencia, desesperanza --- mientras luchamos por ser buenos --- y fracasamos. Gracias a Dios, ¡hay ayuda! ¡Hay esperanza! ¡Jesús! ¡Jesús nos llama a salir afuera!
No hay respuestas fáciles para el dolor y los sufrimientos de la vida cuando la solución definitiva vive en Jesús. Eso es lo que aprendemos de este Evangelio. Eso es lo que aprendemos cada Cuaresma.
Una mujer dice: "Yo no pedí tener cáncer. Me duele. No lo entiendo". Un hombre dice: "Hablé desde la ira y le dije cosas muy desagradables a mi mujer. Ojalá pudiera retirar esas palabras. Le hicieron mucho daño".
Acércate a Jesús y ten una charla diaria de corazón a corazón con Él. Habla de lo que te pasa, como hicieron Marta y María. Nunca subestimes a Dios. Comparte con Él todo lo que sucede en tu vida, así como tus sentimientos. Entrégale todo a Él, incluso la muerte. Pídele que te guíe a través del desastre para que puedas llegar a la resurrección. Luego escucha. Él te dará la sabiduría, la perseverancia y la dirección que necesitas.
Nuestra charla de corazón a corazón con Jesús no puede ser: "Gracias, te llamaré cuando surja el próximo problema". Nuestra oración tiene que ser siempre, continua. Eso es lo que nos convierte en discípulos, en cristianos, no en meros espectadores. Por eso Jesús es Dios-con-nosotros, Señor y Salvador, no un mago.
Durante estas dos últimas semanas de Cuaresma, haz una lista de las maneras en que Dios te ha sacado de tus "tumbas" en el pasado y compártela con otros que todavía están en la oscuridad.
Padre Mark Zacker
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