top of page

Amen, Amen I Say to You

As we are nearing the end of our Lenten journey, our Bible readings today remind us of the goodness that our God has to offer us.  In our Gospel, Jesus announces that the “hour has come for the Son of Man to be glorified.” All that He came to do on this earth was soon to be fulfilled. 


When I reflect on what Jesus says in this passage, He tells me a great deal about how I should be living as His disciple. He states clearly, “unless a grain of wheat falls to the ground and dies, it remains just a grain of wheat; but if it dies, it produces much fruit.”  I am to “die” to myself by detaching from my own desires and entrusting my life to all that God has in store for me. Without this practice of self-denial, I might miss occasions God has given me to produce good fruit. 


One example:  a good friend of mine, Margaret, suffered a stroke two weeks ago.  I have been visiting her and her husband, Don, regularly in Colorado Springs.  My visits take me away from all of you here.  How can I detach?  How can I trust that our Lord will provide for them, for you, and for me?  


Our trust can grow through the Lenten practice of fasting. One way to continue this effort is by taking advantage of the countless opportunities God presents to us to sacrifice our desires for something much greater — whether it be waking up 15 minutes earlier to spend time in prayer with the Lord, fasting from a favorite comfort on a weekly basis, or taking the time to call to check in on a friend or family member instead of turning on the TV, just to name a few.  It is important to die to ourselves so that we might continue to make room for God and the good things He wants to produce in us all year long. 

 

Jesus also states, “whoever loves his life loses it, and whoever hates his life in this world will preserve it for eternal life.” God should have our entire heart, not just a portion of it. When we regularly practice the discipline of detachment by offering small, daily sacrifices to the Lord, we are also better preparing our hearts for the ultimate happiness of eternal life. 

 

As we begin Holy Week next Sunday and our Lenten journey concludes, consider the ways in which you might continue the practice of self-denial by offering small, daily sacrifices to the Lord.  Please pray for Margaret, Don, and all of our sick, those recovering from surgeries, and those preparing for heaven.  


Fr. Mark Zacker

Pastor


A medida que nos acercamos al final de nuestro viaje cuaresmal, nuestras lecturas bíblicas de hoy nos recuerdan la bondad que nuestro Dios tiene para ofrecernos.  En nuestro Evangelio, Jesús anuncia que "ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado". Todo lo que Él vino a hacer en esta tierra iba a cumplirse pronto. 


Cuando reflexiono sobre lo que Jesús dice en este pasaje, me dice mucho sobre cómo debo vivir como su discípulo. Dice claramente: "Si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto.”  Debo "morir" a mí mismo desprendiéndome de mis propios deseos y confiando mi vida a todo lo que Dios tiene reservado para mí. Sin esta práctica de abnegación, podría perder ocasiones que Dios me ha dado para producir buenos frutos. 


Un ejemplo: una buena amiga mía, Margaret, sufrió un derrame cerebral hace dos semanas.  He estado visitándola a ella y a su marido, Don, regularmente en Colorado Springs.  Mis visitas me alejan de todos los que están aquí.  ¿Cómo puedo separarme?  ¿Cómo puedo confiar en que el Señor proveerá para ellos, para ustedes y para mí?  


Nuestra confianza puede crecer a través de la práctica cuaresmal del ayuno. Una manera de continuar con este esfuerzo es aprovechando las innumerables oportunidades que Dios nos presenta para sacrificar nuestros deseos por algo mucho más grande - ya sea despertándonos 15 minutos antes para pasar tiempo en oración con el Señor, ayunando de una comodidad favorita semanalmente, o tomándonos el tiempo de llamar para saber cómo está un amigo o familiar en lugar de encender la televisión, por nombrar algunas.  Es importante morir a nosotros mismos para que podamos seguir haciendo espacio para Dios y las cosas buenas que Él quiere producir en nosotros durante todo el año. 

 

Jesús también afirma, "el que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.” Dios debe tener todo nuestro corazón, no sólo una porción de él. Cuando practicamos regularmente la disciplina del desprendimiento ofreciendo pequeños sacrificios diarios al Señor, también estamos preparando mejor nuestros corazones para la felicidad última de la vida eterna. 

 

Al comenzar la Semana Santa el próximo domingo y concluir nuestro viaje cuaresmal, considera las formas en que podrías continuar la práctica de la abnegación ofreciendo pequeños sacrificios diarios al Señor.  Por favor, recen por Margaret, Don y todos nuestros enfermos, los que se recuperan de cirugías y los que se preparan para el cielo.  


P. Mark Zacker

Párroco




Comments


bottom of page