Cipriano nació alrededor del año 200 d.C. en el norte de África, de padres paganos. Fue un destacado abogado y profesor de retórica. Hacia el 246 se hizo cristiano y en el 248 fue elegido obispo de Cartago. Un año después comenzó la persecución bajo el emperador Decio, y Cipriano se escondió. Fue severamente censurado por esto.
Más tarde, surgió la pregunta de si los bautismos realizados por grupos heréticos deberían ser reconocidos como válidos por la Iglesia, o si los conversos de tales grupos deberían ser rebautizados. Cipriano favorecía el re-bautismo, y el obispo Esteban de Roma no.
Durante el reinado del emperador Valeriano, Cartago sufrió una grave epidemia de peste. Cipriano organizó un programa de asistencia médica y atención a los enfermos, disponible para todos los residentes, pero esto no impidió que las masas creyeran obstinadamente que la epidemia era el resultado de la ira de los dioses por la expansión del cristianismo. Surgió otra persecución, y esta vez Cipriano no huyó. Fue detenido, juzgado y finalmente decapitado el 14 de septiembre de 258.
Se han conservado muchos de sus escritos. Su ensayo Sobre la unidad de la Iglesia católica destaca la importancia de la unidad visible y concreta entre los cristianos y el papel de los obispos en la garantía de esa unidad. Ha influido mucho en el pensamiento cristiano. Destacan de modo especial sus ensayos y cartas sobre el bautismo y la Cena del Señor.
Con afecto fraternal
Fr. Homero C.
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